Como abogado, muchas veces me he preguntado: ¿Cómo será el jurista del futuro? ¿Podrá la inteligencia artificial (IA) reemplazarnos o, por el contrario, aprenderemos a convivir con ella? Estas preguntas no solo surgen en las aulas de clase, sino también en las conversaciones cotidianas con colegas. La inquietud es válida, en un mundo donde las máquinas pueden redactar documentos y analizar precedentes en cuestión de segundos, ¿qué habilidades nos permitirán seguir siendo relevantes? La respuesta no solo despierta curiosidad, sino que nos invita a repensar cómo se forman los juristas modernos.
En un entorno cada vez más marcado por la creciente utilización de herramientas de IA, la formación de profesionales del Derecho no puede limitarse a la memorización de normas o al dominio de destrezas técnicas aisladas. La ventaja competitiva del abogado radicará en su capacidad para discernir matices, aplicar un juicio informado y formular instrucciones precisas a las máquinas, lo que en la actualidad se conoce como “prompt engineering”.
En la obra “Robot-Proof” de Joseph E. Aoun (2017), se plantea la necesidad de reimaginar la educación para un mundo donde la IA desempeña un papel protagónico. Aoun propone una formación integral basada en la "educación humanista, de datos, experiencial, adaptativa y tecnológica". Este enfoque sugiere que los futuros profesionales no solo deben adquirir conocimientos técnicos, sino también desarrollar la capacidad de pensar críticamente, comunicarse con eficacia y resolver problemas complejos.
En esta línea, el concepto de “prompt engineering” se convierte en un elemento esencial para la profesión jurídica. Formular correctamente una instrucción para una herramienta de IA requiere más que habilidades técnicas; implica la capacidad de entender el problema subyacente, traducirlo en una instrucción comprensible para la IA e interpretar la respuesta con criterio jurídico. De este modo, la destreza en la construcción de "prompts" se suma a las habilidades tradicionales del abogado.
En la obra de Aoun, se destaca la necesidad de que la educación no solo prepare a los profesionales para utilizar la tecnología, sino que los capacite para crear "interacciones significativas" con ella. En este sentido, el abogado que domine el "prompt engineering" participará activamente en la creación de conocimiento jurídico, seleccionando, sintetizando y contextualizando la información producida por la IA.
De esta manera, la formación de abogados "a prueba de robots" se centra en el desarrollo de habilidades humanas irreemplazables por la IA, como el juicio ético, la creatividad y la empatía. La educación no debe competir con la IA en velocidad o procesamiento, sino potenciar competencias humanas esenciales. La profesión jurídica requiere decisiones que no se pueden automatizar, especialmente en la ponderación de derechos y la interpretación normativa contextual. Esta transformación implica incorporar habilidades tecnológicas, como el "prompt engineering", para facilitar el acceso a la justicia. La verdadera evolución del Derecho exige una actualización no solo curricular, sino también mental, reconociendo que estas calidades humanas no serán reemplazadas por la IA, sino potenciadas por ella.
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